JAIME ESTELA
R-1-La belleza.
La belleza no se busca: se calcula.
Hay una idea muy común, y aún muy extendida, de que la belleza es un descubrimiento del talento, una especie de revelación que llega solo cuando uno tiene una visión especial. En mi experiencia, sucede todo lo contrario: la belleza no se busca, se calcula.
Diseñar, para mí, no se trata de perseguir la belleza. Es una forma de construirla solucionando necesidades. Y no hablo de fórmulas que mostrar por marketing ni de adornos superficiales. Hablo de relaciones entre proporciones, de equilibrios invisibles, de estructuras internas que sostienen lo que vemos y lo que no vemos. Hablo de la lógica detrás del gesto, detrás de cada elección. La combinación de lo técnico y lo creativo. La complejidad de la creación no es cosa de dones. Es metodología.
Ese tipo de decisiones no son impulsivas. Son analizadas. Tienen que ver con el oficio, con el tiempo, con la capacidad de ajustar mil veces algo que parece estar bien, hasta que está en su lugar, en armonía, en equilibrio. La belleza —la auténtica— aparece cuando el sistema funciona. Pitágoras decía: “preciso es encontrar lo infinitamente grande en lo infinitamente pequeño”. En cada detalle, en cada milimetro del diseño, tiene que haber coherencia con su totalidad.
Cuando cada parte responde a una necesidad, y aún así logra un equilibrio entre lo estético y lo funcional, se logra ese fín. No es ego materializado, ni exhibiciones en galerías o ferias, ni para demostrar que tu opinión es válida solo por la oportunidad del momento.
Hay cálculo. Hay ética también. Porque diseñar sin entender el porqué de cada elección es, en cierto modo, mentir. Diseñar es eso. Un acto de responsabilidad. Un equilibrio entre libertad y sistema. Entre intuición y método. Entre lo que hay que solucionar y como debe hacerse.
Jaime Estela